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Lactancia materna, más que sólo alimento.

Estamos muy acostumbrados a escuchar todo el tiempo acerca de los efectos positivos de la lactancia. Es ya muy conocido que la leche materna humana es el alimento natural producido por la madre para alimentar al recién nacido, que contiene todos los nutrimentos necesarios para su correcto crecimiento y desarrollo. Además, contiene inmunoglobulinas y otras sustancias que protegen al bebé frente a infecciones.


Sin embargo, tal vez el motivo más importante para recomendar la lactancia y pocas veces mencionado, es el vínculo que se forma, pues una relación alimento-afecto le dará al recién nacido ese sentimiento de ser muy querido y lo hará muy feliz, lo que a la larga generará que sea un niño con una buena autoestima y confianza en sí mismo.


No necesariamente significa que esto no se puede conseguir sin lactancia materna, pero sin duda lo facilita muchísimo: Estudios en Brasil con menores infractores demostró la ausencia del vínculo madre–hijo por lactancia materna en la mayoría de ellos.

Ahora bien, un aspecto que ha generado cada vez más revuelo e interés es la relación entre el estado emocional y la lactancia materna, así como sus efectos sobre la madre y el niño incluso en los pequeños a largo plazo.


¡Y cómo no decirlo! La lactancia materna contribuye a estrechar aún más el vínculo madre-hijo, favoreciendo un adecuado desarrollo psicomotor. Las emociones programadas en relación a la lactancia son principalmente de afecto, amor y pertenencia.


Por otro lado, un vínculo de lactancia materna mal llevado o ausente nos llevaría a confundir el alimento como equivalente del afecto; esto lo observamos mucho durante la ausencia de afecto, compañía o el curso de un duelo.


Esto que significaría una pérdida o un vacío emocional puede llevar a muchos a recurrir al alimento en forma de atracones para poder “llenar ese vacío”.


Los expertos en conducta alimentaria centran mucho esta fase de la lactancia como esencial para mantener nuestros hábitos dietéticos saludables años después.



Es por esto que la lactancia materna no podemos solo verla como un acto meramente fisiológico, ya que están implicados muchos aspectos emocionales.


Para el bebé, la lactancia materna representa contención, seguridad y cariño; para la mamá, de la que pocas veces nos ocupamos, este acto permite a muchas de ellas recuperar la confianza en su cuerpo y la autoestima que se vio quebrantada por la cesárea, al favorecer el vínculo.


La lactancia puede ser un instrumento de sanación de la herida emocional producida por el parto traumático, tanto para la madre como para el niño.


Por lo tanto resulta evidente que después de una cesárea, las madres necesitan un apoyo especial e individualizado y un seguimiento estrecho en el inicio de la lactancia. Al final me parece que aún está lejano el día en que una formula láctea pueda contener AMOR en su tabla de valor nutrimental.


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