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PÉRDIDAS, DUELOS Y CIERRE DE CICLOS

La vida no suele ser una línea recta, ni de un solo color. A lo largo de los años, desde la infancia, los seres humanos vamos experimentando diferentes pérdidas. Puede haber sido la pérdida de alguno de nuestros progenitores, de un ser querido, o simplemente de nuestro juguete preferido.


Nacer implica nuestra primer pérdida, ya que pasamos de un estado de absoluta paz y bienestar, a respirar la vida por nosotros/as mismos/as. Pasar de la niñez a la adolescencia implica también una pérdida. Lo mismo cuando pasamos de la adolescencia a la juventud, de ésta a la madurez y después a la vejez. Otros tipos de pérdidas son: pérdida de la identidad, de cosas materiales, de seres queridos, de situaciones, por ejemplo del trabajo, de una relación amorosa, una amistad. Sea cual sea la pérdida, produce dolor y en muchas ocasiones sufrimiento.



¿Pero qué es en realidad lo que perdemos y nos produce dolor?

En nuestra cultura occidental, identificada con lo externo, con lo material, con el tener, lo que perdemos está precisamente relacionado con lo que hemos fantaseado en nuestra mente, es decir, lo que realmente provoca sufrimiento es el anhelar todo lo que fue y ya no será, o todo lo que pudo haber sido y ya no va a suceder. Es nuestro ego el que sufre, es esa voz en la cabeza que nos dice lo que “debe y tiene que ser”, es nuestra tendencia al apego. Esto no significa que no nos duela lo que perdemos, por supuesto que sí, es parte de nuestro ser humanos. Sin embargo, sí hay una gran diferencia entre aceptar y vivir el dolor que nos provoca la pérdida y hacer el duelo correspondiente, y clavarnos en el sufrimiento.



¿Qué es el duelo?

El duelo es un período en el cual la persona que lo está pasando suele encontrarse de manera repentina con una nueva realidad. Una realidad que es un espacio en blanco, donde antes había contenidos de vida, y que va a tener que ir llenando con nuevas experiencias, desde otro lugar. No sólo nos despedimos de esa persona u objeto de pérdida que queríamos tanto, sino que nos despedimos de una forma de vivir cotidiana que ya nunca será igual.


El duelo habla de independencia, de desapego y de lo importante que es todo ello para no sufrir cuando se producen pérdidas en nuestras vidas. Y la realidad es que por mucho que nos desapeguemos, el hecho de soltar nuestros apegos a la vieja identidad, es en sí duro y difícil.


Y en este sentido, es el duelo el que nos proporciona el espacio necesario para contrarrestar esta dureza.


¿Para qué es importante vivir el duelo?

El duelo posibilita ajustarnos a la nueva modalidad en la que esa persona u objeto de nuestra pérdida ya no está. El duelo es un proceso liberador, y el tiempo que dura depende de la pérdida y del nivel de resiliencia de la persona.

El proceso de duelo permite ir liberando el dolor, adquirir fuerza y poco a poco un nuevo sentido de vida.



¿Cómo podemos entonces superar las pérdidas?

Primero que nada, es importante reconocer lo que se ha perdido. Permitirnos vivir las emociones y sentimientos que eso nos provoca, y comenzar a agradecer todo lo que obtuvimos, aprendimos y experimentamos con esa persona, etapa, situación u objeto.


Algo que es vital para superar las pérdidas es creer desde el corazón que todo por lo que pasamos forma parte de un gran plan, divino y perfecto. Todo está entrelazado para nuestro crecimiento y evolución. Lo que ha pasado, por muy doloroso y difícil que se viva, así tenía que ser.


Puede que esto no te resulte sencillo, sobre todo si estás acostumbrado/a a analizar y encontrarle una razón mental a todo lo que te sucede. Sin embargo, hay un dicho muy cierto: no porque no lo crees, no existe. Y ante una pérdida es cuando más necesitamos sentir la conexión que tenemos con Algo más Grande, con esa energía superior y de Amor, con la inteligencia infinita, con Dios.


Recuerda:

  • Nada es permanente. El cambio es lo más constante en la vida.

  • Esto que sientes ahora, también pasará. Es decir, sólo es temporal.

  • Date el permiso de vivirlo el tiempo necesario, hasta que te sientas listo, lista para decirle nuevamente SÍ A LA VIDA TAL Y COMO ES.

  • Ninguna persona, situación u objeto te va a hacer feliz. Tu felicidad depende de ti, de la actitud que tengas ante las experiencias que vives.

  • Todo tiene un ciclo, un principio y un fin. Y el fin no es el final, es un nuevo comienzo, si así decides verlo.


Y como dice Paulo Coelho:


Cerrando Ciclos:

No por orgullo, ni por incapacidad, ni por soberbia.

Sino simplemente porque aquello ya no encaja en tu vida.

Cierra la puerta, cambia el disco, limpia la casa, sacude el polvo.

Deja de ser quien eras y transfórmate en quien realmente eres.


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