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¡Vivimos con tiempo prestado!

Desde el día 2 de agosto del 2017, la población mundial vive a crédito.

Sí, a crédito y nos encontramos en números rojos. El presupuesto ecológico anual con el que cuenta el planeta se ha terminado ya. Los recursos naturales, ésos que la Tierra puede regenerar en todo el año ya no existen. Con lo cual sabemos que a partir de esa fecha estamos consumiendo el recurso de futuras generaciones según alerta WWF (World Wildlife Found).


Según los cálculos de The Global Footprint Network el 60% de la huella ecológica de la humanidad se atribuye a las emisiones de carbono responsables del cambio climático y ésta ha aumentado más del doble desde principios de los años 70.


La producción de carne es una de las principales emisiones de carbono. Reducir, por tanto, el consumo de alimentos de origen animal es un arma poderosa en la lucha por un mundo más justo y sostenible, además de mejorar nuestra salud.

El coste de la carne

El trabajo de la FAO –el organismo de la ONU para la alimentación– expone en el informe del que se extrae el conocido y escalofriante dato de que la cría de ganado produce más gases de efecto invernadero que todos los medios de transporte juntos:


•Acaba con los árboles: El informe también apunta a la industria ganadera como responsable de gran parte de la deforestación y la pérdida de biodiversidad, pues el suelo dedicado a la producción de forrajes representa un tercio del terreno agrícola mundial.


• Ensucia y gasta el agua: es además el mayor contribuyente a la contaminación del agua gracias a los desechos de los propios animales, los antibióticos, las hormonas, los químicos usados en curtidurías... En definitiva, plantea el escenario de una producción a todas luces insostenible pero espoleada por la demanda cada vez mayor de productos cárnicos en el mundo. La industria ganadera requiere además una gran cantidad de agua para alimentar a un animal.


Según la Water Footprint Network, cada kilo de carne de ternera necesita 15.400 litros de agua. Un kilo de legumbres necesita, en cambio, entre 4.000 y 5.000 litros. Y el agua es un bien escaso que no podemos desperdiciar.


• Cambia el clima: los alimentos viajan una media de 3.827 km antes de llegar a nuestro plato y producen más de cuatro toneladas de CO2 –uno de los gases que calientan la atmósfera–, según el informe Alimentos kilométricos, de Amigos de la Tierra. Los que más viajan son los pescados, crustáceos y moluscos, seguidos de los piensos y del café, el té y las especias, y un poco por debajo, legumbres y frutas. Es un buen motivo para fijarnos en la procedencia de los alimentos y elegir aquellos que se hayan producido más cerca.

La alternativa vegetal

¿Hay alternativas a este despilfarro de recursos y a los desastres que causa este modelo alimentario? Sí, pero requieren cambios de estilo de vida. La dieta vegana emite la mitad de CO2 que la alimentación carnívora.


Las directrices aconsejan por primera vez por motivos ambientales y sanitarios. El planeta y nosotros necesitamos alimentos sin tóxicos, de temporada, de proximidad, sin envases innecesarios. Que se hayan obtenido de manera sostenible y sin explotación. Y que haya alimentos para todos, ahora y en el futuro.

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