Los límites son necesarios a cualquier edad.
El gran problema del niño y adolescente de esta época es que nadie les pone límites; por eso llegan a ser demandantes, inquietos, ansiosos, miedosos, y angustiados. Sin embargo, los adultos somos responsables de ello.
Constantemente escuchamos a madres y padres preocupados por saber qué hacer y cómo hacerle, somos una generación intermedia entre los límites tajantes y dejar hacer lo que quieran a los pequeños. Queremos encontrar la receta mágica pero esta tiene que ser el punto medio:
“Si doy de más sobreprotejo, si doy de menos, abandono. Cuando logramos el equilibrio, nuestro hijo se siente respaldado, pero tiene la satisfacción de saber que puede lograr lo que se propone”.
¿Pero qué son los límites?
El límite es una regulación que se les impone al niño y al adolescente desde el medio que los rodea, sin que medie su opinión ni una negociación. Esta regulación la ejercen los adultos (padres y/o educadores) a partir de la necesidad imperiosa que tiene un niño de ver satisfechas de modo inmediato sus demandas.
Posteriormente es posible y viable establecer negociaciones con el chico o chica.
Al ponerle límites los padres le transmiten que en la vida todo no se puede y que las cosas tienen un límite, un orden en el que deben ser desarrolladas. Es paradójico, pero para poder primero hay que pasar por el que todo no se puede.
Cuando este control funciona dentro de ciertos parámetros (que no quiere decir perfecto) desde muy pequeño el niño desarrollará paciencia, capacidad de frustración, tolerancia a la espera, etc. Estas cualidades funcionarán para el resto de la vida y le permiten a un sujeto transitar más o menos armónicamente por la vida. Es decir, se instaura la norma…..
Existen diferentes tipos de límites:
Muy restrictivos o Inconsistentes. En los primeros casos hay muy poca libertad para explorar y experimentar, dando como resultado una inhibición en el aprendizaje y poca responsabilidad inspirando a la rebelión. El Equilibrado promueve el conocimiento y la responsabilidad, inspirando a la cooperación.
¿Y cómo lo logro?, ¿qué debo de hacer?
No existe una receta mágica que nos dice cómo hacerlo, qué hacer o qué no hacer.
Recordar que todos los seres humanos somos diferentes, y al ser diferentes, tenemos diferentes necesidades, lo mismo sucede con los hijos. Pero, TODOS los niños necesitan límites.
¿Por qué es necesario frenar las conductas impulsivas de los hijos?
Para que la personalidad y el carácter se formen en un clima de salud y no de enfermedad. El niño necesita para su crecimiento saludable un adulto responsable que ejerza sobre él una influencia positiva. Prohibir la impulsividad permite que se instale en el niño un estado de frustración sano y saludable, para que aprendan a soportar el displacer con el que tendrán que lidiar en un futuro.